Django desencadenado (Django unchained. Quentin Tarantino, 2012)

Aunque algunos de sus fans no parezcan darse cuenta, Quentin Tarantino lleva veinte años ofreciéndonos mentiras. Benditas mentiras, eso sí, que vienen a regalarnos un remanso de cinefilia y gozo cada dos o tres temporadas, pero mentiras al fin y al cabo. O, como poco, verdades a medias. Ojo, no estoy acusando a Tarantino de ser un farsante o de reírse de nosotros, pero sí creo que es evidente la distancia que existe entre la parte superficial de su obra y lo que se esconde en el fondo. Es decir, el amigo Quentin se ha especializado en jugar con lo que el espectador espera ver, en empaquetar sus películas como si se adscribieran a un género muy determinado pero olvidándose luego de él o, como mínimo, tomando del mismo solamente algunos de sus rasgos y olvidándose del resto . Su filmografía está llena de películas que parecen una cosa y luego son otra distinta (algo que, después de todo, no nos molesta porque siempre acaba entregando productos fascinantes). Veamos algu